jueves, 8 de octubre de 2009

El miedo a querer

Tres son los principales atractivos para sentarse en una butaca -preferiblemente de cine- y ver Elegy.

Primero: una atractiva historia. Una reflexión sobre el amor (entre amigos, en pareja o el paterno-filial), la madurez (o la falta de ésta), el compromiso, los celos y sobre la belleza y su poder cegador. La película, narrada a través del protagonista, relata la vida de David Kepesh (Ben Kingsley), un cincuentón profesor universitario, acostumbrado a seducir a sus alumnas y a esquivar todo aquello que parezca rezumar un rastro de estabilidad conyugal o de vida en pareja. Todo hasta que se cruza en su camino Consuela Castillo (Penélope Cruz), una bellísima alumna cubana a la que convierte en objeto de deseo. Ante ella, toda esa fuerza y mente fría, se desvanece. Convencido de que tarde o temprano algún hombre más joven se la arrebatará de las manos (como él mismo dice, porque en el pasado él hubiese sido ese hombre), se verá sumido en una espiral de celos y obsesión por ella. Gracias a la ayuda de su inseparable colega, e igual de mujeriego, George O´Hearn (Dennis Hopper), intentará separar las aventuras sexuales de su vida real.

Segundo: los interpretes. Un elenco de actores de un nivel superior si atendemos al número de premios y nominaciones que rellenan sus vitrinas. Para comenzar, la pareja protagonista, con el galardonado al Oscar, Ben Kingsley (Gandhi, La lista de Schindler, Casa de arena y niebla), y la cada vez (pese a quien pese) más protagonista en el estrellato internacional, Penélope Cruz (Vicky Cristina Barcelona, Volver, No te muevas). Y como secundarios de lujo Dennis Hopper (Terciopelo azul, Apocalypse Now, Easy Rider) y Patricia Clarkson (Buenas noches, y buena suerte, Vías cruzadas, Retratos de April). Todos, nos brindan momentos estelares, como las cínicas conversaciones entre Kigsley y Hopper sobre sus escarceos, las charlas en la cama -con cigarro incluido- entre la desinhibida Clarkson y el propio Kingsley, o las espectaculares escenas finales en el apartamento de Kepesh, con una Penélope brillante que encierra en sus ojos todo el sentimiento y la emoción contenida durante la película.

Tercero: la dirección. Otra hermosa película de Isabel Coixet, una de las mejores cineastas en el arte de tratar con sensibilidad y elegancia pasmosa, temas tan delicados como la enfermedad, la muerte o la soledad, como ya hizo en sus anteriores películas La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí, o Cosas que nunca te dije. En ésta, su primera incursión en una producción norteamericana (después de rechazar a la productora de Spielberg que pensó en ella para dirigir Memorias de una Geisha), la directora catalana, también por primera vez, se hace cargo sólo de la dirección ya que el guión corre a cuenta del cineasta Nicholas Meyer, adaptando la novela “El animal moribundo”, del polémico escritor norteamericano Philip Roth. Aunque sí introdujo algunos cambios, no sin antes convencer al propio escritor, como el final de la historia, (mucho menos almibarado que el que planteaba Hollywood) o la forma de tratar en imágenes, las cuantiosas y apasionadas escenas eróticas de la novela. Coixet lo logra mostrándolas de una forma sencilla, elegante e íntima.

ELEGY (2008, Estados Unidos)




No hay comentarios: